top of page

Cuando el teletrabajo en la práctica aún está lejos de la protección real de derechos

  • Foto del escritor: Raquel Ashby
    Raquel Ashby
  • 5 dic 2020
  • 4 Min. de lectura
ree













Persona teletrabajadora cuyo hogar se ha convertido en espacio de trabajo. Fuente: elEconomista.es


La noticia de Jeffrey Toobin, periodista veterano que escribe desde hace más de 25 años en ‘The New Yorker’ y es analista político en CNN, ha salpicado la opinión pública. Mientras estaba reunido en una videollamada con compañeros/as de profesión para ensayar un podcast que cubría la noche electoral estadounidense, Toobin mostró sus partes íntimas al resto sin darse cuenta de que no había apagado el micrófono ni la cámara del ordenador. Al parecer, durante la pausa fue cuando sucedió este episodio tragicómico, ya que el escritor pasó a otra comunicación en la que tuvo lugar el sexo por teléfono. Por el momento, lo que él describe como “un error vergonzosamente estúpido” le ha costado una suspensión por parte de la revista y una humiliación en la esfera social. No sé cuál de las dos cargas es peor o se hace más llevadera. Esto nos hace pensar que el teletrabajo puede ser un caramelo envenenado y, a su vez, favorece que este tipo de historias – que no ocurrirían en un entorno presencial – sacudan los esquemas mentales de la ciudadanía. Hasta qué punto, entonces, es intrusivo este modelo de trabajo que, según el informe de investigación de Eurofund (“Regulations to address work–life balance in digital flexible working arrangements”), ha adoptado al menos el 30% de la población trabajadora en Europa durante la crisis del Covid-19.


Mercè De la Cruz, psicóloga y psicopedagoga del colegio Jesuitas de Casp, en respuesta al incidente protagonizado por Toobin, asevera que en unas condiciones de virtualidad no tenemos tanta conciencia a la hora de asumir que estamos incluso más expuestos que al establecer un contacto presencial. Como consecuencia, existe un creciente riesgo de incumplir con “las normas (o estándares) sociales adecuadas”. Además, añade que para evitar que encuentros íntimos con uno/a misma y/o con otra persona se hagan públicos “debe disponerse de un lugar donde pueda preservarse la intimidad y en el que no se mezcle el teletrabajo con la dinámica familiar o personal”.


En la línea de los derechos humanos y de la legislación teletrabajo-vida personal, Eurofund marca que los países occidentales del sur de Europa (Bélgica, Francia, Italia y España) son más propensos a proteger el derecho a la desconexión digital frente a fomentar la flexibilidad horaria y espacial que ha provocado el crecimiento del uso de las TIC en el trabajo. En países centroeuropeos y de la Europa del este (Estonia, Luxemburgo y Países Bajos, entre otros) existe una legislación que regula el teletrabajo o el trabajo a distancia con un enfocamiento general sin establecer un vínculo directo entre el anterior y el espacio personal. Eso sí, se cubren las áreas básicas: “la naturaleza voluntaria del teletrabajo, el trato igualitario entre trabajadores/as y las condiciones y los términos en que se desarrolla el trabajo telemático”. Las naciones del norte del continente no cuentan con una legislación específica y las medidas aplicadas se acercan a un carácter promovedor de la flexibilidad en el trabajo para que la participación de las mujeres en el mercado laboral se mantenga a un nivel alto.


Al hablar con dos periodistas jóvenes, Adrià e Ignasi, que trabajan para X medio ambos coinciden en que la desconexión digital se garantiza “sobre el papel”, pero luego es complicado que los horarios no se desdibujen. El permanecer en el hogar y el disponer de mucho más tiempo, a veces lleva a que les asignen tareas fuera de su jornada estricta y acaben llevándolas a cabo en el tiempo de supuesto descanso. En el caso particular de Ignasi, la desconexión del escenario virtual es difícil de gestionar, porque tiene dos trabajos, lo que hace que las franjas de horario tradicionales se difuminen. Lo que nos explican no nos debería extrañar, puesto que Eurofund, en el informe previamente citado, explicita que no todas las implicaciones del teletrabajo son positivas. El hecho de que no se disponga de tanto tiempo libre para dedicárselo al ocio y/o a las responsabilidades familiares tiene severos efectos en la salud física y mental. Como dice Mercè de la Cruz: “Teletrabajar no significa estar disponible las 24 horas del día y los 7 días de la semana. Supone una rutina y unos hábitos de trabajo y descanso que no siempre se cumplen”.


Por lo que hace a la hipótesis de que se vulneran en mayor medida los derechos de los trabajadores en el formato del teletrabajo que en el presencial, Ignasi opina que el primero no es inclusivo. Es decir, que convierte en una necesidad el tener conexión a internet y electricidad en casa, el disponer de un ordenador, el poder trabajar en un espacio propio y seguro que llame a la concentración. Todos estos aspectos marcan una brecha económica que pone al descubierto que el teletrabajo no es un sistema accesible para todo el mundo ni democratizador. Ambos afirman que no recibieron en su debido momento una formación para adaptarse al modelo telemático, ya que aplicaban los mismos métodos informáticos en la redacción que en sus respectivos hogares. A la vez que Mercè de la Cruz considera que cada persona se ha adaptado al teletrabajo como bien ha podido y ha destacado los beneficios de este (flexibilidad horaria, ahorro de dinero en viajes de ida y vuelta para acudir al trabajo), tanto Ignasi como Adrià supieron gestionarlo de mejor forma cuando había confinamiento total, porque “no había escapatoria”. En cambio, ahora, les resulta un reto encajar su trabajo con las circunstancias contextuales: las idas y venidas les provocan una cierta incertidumbre.


Aunque España sí que cuenta con una legislación que da importancia a la desconexión digital – así como al uso de las TIC y el trabajar en entornos diferentes a los convencionales - y a poder conseguir un equilibrio entre la vida laboral y personal, me atrevería a decir que queda un largo camino por recorrer para que ambos puntos coexistan en harmonía. En fin, queda aún un amplio trecho para que el teletrabajo sea un aliado tanto de la desconexión digital real como de las clases desfavorecidas y haga obtener unos frutos de máxima productividad y calidad para los que ya lo practican.

 
 
 

Comments


Contáctanos

Dónde encontrarnos

Edifici I, 08290 Cerdanyola del Vallès, Barcelona, Espanya

Facultat Ciències de la Comunicació

bottom of page